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lunes, 26 de enero de 2015

Una viajera inglesa por Zaragoza en 1867


Estoy leyendo un encantador libro titulado LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX VISTA POR DOS INGLESAS: LADY HOLLAND Y LA NOVELISTA GEORGE ELLIOT .

Me gusta leer libros de viajes, sobre todo viajeros que han pasado por Aragón y lo describen. Me encantaría encontrar algún viajero en siglos pasado que hubiera pasado por Plenas y hubiera escrito sus impresiones, pero no lo he encontrado todavía. Me gustan las descripciones que hacen sobre las gentes y los paisajes. A través de ellas se puede uno hacer la idea de cómo era nuestra tierra, sus localidades  y sus habitantes en esos años.

En este libro narra el paso en 1867 por Zaragoza de la novelista GEORGE ELLIOT. Venía en tren desde Alsasua y llegó a Zaragoza a las 11 de la noche del día 29 de enero de ese año y se hospedan en la Fonda de Europa.

Escribe (página 209):

“Miércoles, 30 de enero.- Día radiante pero un viento muy frío que hizo necesaria la capa aunque el sol caliente la hace superflua. Inmediatamente después de nuestro chocolate a las 8,30, salimos a ver la ciudad. El aspecto oriental de los hombres que había por allí envueltos en mantas a rayas con un pañuelo atado por encima de las cejas era pintoresco pero el atuendo no era exactamente adecuado para trabajar. El mercado, un cuadro emocionante: ¡curas, gitanos, campesinos con colgaduras, burros, naranjas, repollos y niños! Gamines con capa y cigarrito. Fuimos a la catedral, inmenso edificio, y a la Seo, la catedral vieja, oscuramente espléndida y grandiosa a su manera; un rayo de sol caía sobre un grupo de fieles. Por fuera algunos vestigios árabes; Puerta del Ángel; puente poblado de ladrones y burros. La Lonja , impresionante edificio con efigies y medallones encantadores por encima de las ventanas. Curioseamos en una vieja librería y compramos un Gil Blas en español. En una tienda donde Polly pidió la Vida de Santa Teresa la vieja dependienta insistió en mostrarle una fotografía, incluso después de que le dijera que lo que quería era un libro. De vuelta a las 11 al hotel , para un almuerzo muy copioso; hablé con un español y fumé un puro con él. Luego volvimos a salir. La Torre Nueva (inclinada) y San Felipe, estructuras muy elegantes. La Platería una decepción, pero en el camino vimos varios ejemplos de arquitectura doméstica de interés. Fuimos a ver el interior  de la Lonja, gran espacio flanqueado de filas de columnas; portero reticente al principio a ceptar el real que le ofrecí; ¿hombre no corrompido por los forasteros u orgullo aragonés? Los modales de los aragoneses son marcadamente distintos de los de todos los españoles que hemos visto: bruscos, ásperos y casi desafiantes. Los camareros parece que están a punto de pelear con uno y no tienen nada de la cortesía española. Pero incluso aquí las personas más vulgares no son grosera, ni se ríen de los extranjeros ni les miran descaradamente. Bajo un sol caliente dimos un delicioso paseo por el camino a la sombra de los olivos hasta Torrero, donde tuvimos una vista del panorama y de la ciudad. Nos sentamos en una colina de terreno agreste y vimos las evoluciones de la caballería a lo lejos y el bonito cielo. Regresamos por el paseo que estaba animado con gente, jóvenes peripuestos y ciudadanos. Varios ejemplares de Murillo, Sentí ver a las mujeres arrastrando sus vestidos por la suciedad exactamente igual que en Londres, ni siquiera vi uno levantado. Después de la cena fuimos a un café. Los camareros encendían sus cigarrillos en sus intervalos. Hicimos las maletas y nos acostamos a las 8,30.

Jueves 31 de enero- Arriba a las 6. Salimos para Lérida a las 7,30. El recorrido respondía muy bien a nuestra idea del paisaje de Oriente, desierto estéril de piedra y arcilla quemada, con ciudades y pueblos que parecían parte del desierto. La única señal de vida en un pueblo grande donde el tren paró era una mujer cerca de un arco de entrada; las casas tenían un aire  desolador como del Oriente. A lo lejos las montañas escarpadas y nevadas. En dos de las estaciones, cantantes con guitarras; un ciego que sonreía y que parecía descendiente de los moros cantaba con voz monótona y melancólica. Llegamos a Lérida a las 2, 15(…)


Angel Tomás

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