En el número 17 de la Revista Crisis publiqué un artículo sobre los molinos de viento que a continuación os pongo aquí:
MOLINOS DE VIENTO Y PAISAJE
Ángel Tomás del Río
Procedo de la Comarca de Belchite y en los últimos tiempos están surgiendo
molinos de viento como setas por todo su paisaje y por el norte de Teruel.
Entre sus habitantes hay opiniones de todo tipo, a mucha gente le parece bien
pues son territorios que están cansados de esperar que la Administración se
acuerde de ellos, y año tras año ven pasar oportunidades y los pueblos se van
despoblando y envejeciendo, y los pocos habitantes que quedan están desanimados
y no le ven ningún futuro al pueblo, y lo único que les ofrecen es esto, la
instalación de molinos de viento. Están en el dilema de si dejan pasar esta
oportunidad igual ya no tienen ninguna otra en años ¿qué hacer? A muchos no les
gusta pero “algo es algo”, migajas. Las empresas buscan territorios donde haya
poca contestación social. A este paso toda la comarca estará colonizada por
molinos. A veces, cuando veo los molinos desde lejos, me parecen las cruces de
un inmenso cementerio. Otros muchos habitantes estamos recelosos..
¿Parques eólicos, si o no?
Siempre hay que decir: “parques eólicos sí”. Si, pero no así. El
cambio climático que sufrimos y la obligada defensa del medio ambiente nos
exigen estar a favor de las energías renovables y los parques eólicos, en
particular, han demostrado su capacidad de producir gran cantidad de energía
eléctrica con una mínima contaminación ambiental. Pero estar a favor de la
energía eólica, no significa estar a favor de la ubicación indiscriminada de
aerogeneradores por toda la geografía. La implantación de parques eólicos en el
territorio debe basarse en tres criterios:
1) Situación de los parques eólicos en una zona donde exista más recurso
eólico aprovechable que en otros lugares
2) Situación de los parques eólicos cerca de las zonas donde mayor energía
eléctrica se consuma para evitar las pérdidas por el transporte
3) Situación de los parques eólicos en zonas donde su instalación no
implique un fuerte impacto ambiental o paisajístico.
Normalmente, sólo se tiene en cuenta el primer criterio: zonas de mucho
viento. Sin embargo, como los parques eólicos suelen ser molestos e
incompatibles con otros muchos aprovechamientos del territorio, tienden a
situarse en zonas despobladas o con poca densidad de población, que curiosamente
son las que menos energía eléctrica consumen y las que gozan de una mayor
riqueza ambiental, faunística y paisajística.
¿Cómo afectan los molinos de viento
al patrimonio cultural?
El patrimonio cultural, según la UNESCO, es la herencia cultural propia del
pasado de una comunidad, mantenida hasta la actualidad y transmitida a las
generaciones presentes, y puede ser material (edificios, yacimientos
arqueológicos, obras de arte), inmaterial y natural (paisajes, bosques)
De todas las afecciones al patrimonio, la mayor es, sin duda la que afecta
al paisaje, pues transforma enormemente su contemplación.
El CONVENIO EUROPEO DEL PAISAJE, en su Preámbulo señala (…) que el paisaje
desempeña un papel importante de interés general en los campos cultural,
ecológico, medioambiental y social, y que constituye un recurso favorable para
la actividad económica y que su protección, gestión y ordenación pueden
contribuir a la creación del empleo.
Que el paisaje contribuye a la formación de las culturas locales y que es un
componente fundamental del patrimonio natural y cultural europeo, que
contribuye al bienestar de los seres humanos y a la consolidación de la
identidad europea.
Que el paisaje es un elemento clave del bienestar individual y social y de
que su protección, gestión y ordenación implican derechos y responsabilidades
para todos.
Las zonas más despobladas, las elegidas prioritariamente para la
implantación de aerogeneradores, muchas veces en terrenos elevados, son las que
a lo largo de los siglos han podido preservar de mejor manera su paisaje.
La afección de la construcción de los parques eólicos es de cinco tipos:
1) La presencia de los propios aerogeneradores, con alturas de buje de 80 m. y aspas de 60 m, con una altura total de 140 m.
2) Los tendidos eléctricos nuevos con apoyos de más de 30 m. de altura
3) La construcción de las subestaciones de transformación eléctrica
4) La apertura de caminos muy anchos para ir a cada uno de los
aerogeneradores, con la alteración de los caminos y veredas tradicionales
5) El enorme movimiento de tierras tanto para la excavación de los cimientos
como para la construcción de los caminos, con los posibles daños que se puedan
producir en yacimientos arqueológicos no detectados previamente en la zona
Además, estamos introduciendo unos elementos de gran impacto visual sobre un
paisaje de gran visibilidad (desde los núcleos de población y vías de
comunicación), de gran calidad paisajística y de extraordinaria fragilidad (muy
poca capacidad para absorber los cambios que se producen en él).
Además, al no tratarse de un solo aerogenerador, sino que son varias
decenas, el impacto ambiental es acumulativo, lo que nos origina un impacto
paisajístico irreversible, irrecuperable y crítico.
Transformar en terreno industrial y degradar lugares de alto valor
paisajístico tiene un fuerte coste económico y social. El paisaje es
determinante a la hora de valorar una zona, de tal forma que si las condiciones
paisajísticas disminuyen, disminuye la atracción por esa zona. Cuando se
publicita el turismo rural de una zona, se remarca la belleza de su paisaje, la
ruralidad del entorno, el silencio, la tranquilidad, que son valores muy
apreciados por los habitantes de las ciudades. Todos valoramos más unos
paisajes u otros, y nos desplazamos a otros sitios para ver paisajes atractivos
Así pues, al reducirse la calidad paisajística disminuyen las posibilidades
de explotación turística del territorio y disminuye su capacidad para
actividades al aire libre, y origina que no se alquilen las viviendas y que la
población de los núcleos rurales vaya reduciéndose progresivamente,
disminuyendo considerablemente el valor económico de las viviendas y de los
terrenos.
El paisaje confiere valor añadido a los productos y a los servicios que
pierden prestigio al perderse el carácter natural del entorno y disminuye el
consume de productos típicos de la zona. La agricultura ecológica tiene difícil
el prosperar en paisajes repletos de molinos de viento.
Si se degrada el paisaje, se degrada el patrimonio cultural y degrada
socialmente los núcleos de población cercanos y también produce efectos
psicológicos negativos en los habitantes de estos pueblos. Se pierde
tranquilidad y se limita la capacidad de “disfrutar de la vida”. Los valles,
las montañas ya nunca vuelven a ser los mismos que eran. Le Corbusier, no en
vano, escribió que “llanuras, colinas y montañas contribuyen también a modelar
una sensibilidad y a determinar una mentalidad”. Tal vez sea demasiado el
precio “moral” que tienen que pagar los pobladores de estos pueblos que tienen
que soportar la presencia de decenas de molinos de viento que han sido
instaladas junto a sus casas porque previamente habían sido rechazadas en
lugares más desarrollados, aprovechándose de la vulnerabilidad social,
ideológica y cultural de los pequeños núcleos rurales
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