Heraldo de Aragón, sábado 26 de enero de 2013 |
Todavía recuerdo a Luis Anoro a principios de los años 70, al pie de un torno de hierro en la empresa donde prestábamos nuestros servicios llamada Construcciones Agrometálicas Levante, más conocida por el nombre de CALSA y en la que se fabricaban palas cargadoras. Luis era cura-obrero y se decía que era abogado. De vez en cuando, cuando había que negociar convenios y reivindicar alguna mejora le “cantaba las cuarenta” al empresario que dirigía la empresa. Los dos tenían cierto parecido, uno defendía a los obreros y el otro, otros intereses, claro, totalmente opuestos. Luis fue despedido allá por 1972 ya que era considerado un “peligro” para la dirección de la empresa. Así eran las cosas, como ahora, pero creo que estaban mejor, ya que por lo menos había espíritu de lucha y solidaridad.
En el mismo año de ser despedido, la empresa celebró el 25 aniversario de su fundación y fueron invitados todos los empleados con sus respectivas familias. Fue un día grande, la empresa “tiró la casa por la ventana” y no faltó de nada: partido de fútbol, misa, comida y baile en un afamado restaurante zaragozano… La misa tuvo su puntillo ya que cuando estaba el sacerdote ensalzando y elogiando a la empresa, apareció un grupo de curas-obreros, desplazaron con un empujón al religioso del púlpito y leyeron una homilía a favor de Luis Anoro, represaliado por la dirección de la empresa. La cosa “se puso al rojo”, los más aduladores y lameculos de la empresa persiguieron a los curas-obreros para darles caza y se “armó la de Dios”. Al día siguiente, salió una pequeñísima noticia en la prensa informando de lo sucedido. Qué cosas.En 1976 salió la llamada “amnistía sindical”, la cual, obligaba a las empresas a readmitir a trabajadores que por motivos sindicales habían sido despedidos de sus plantillas. Se habló con Luis por si le interesaba volver a trabajar y dijo que no, que su futuro se lo había planteado de otra manera. Ni corto ni perezoso, el Jurado de Empresa, que así se llamaban a los Comités actuales, se reunió con el empresario y a sabiendas que Luis no le interesaba volver a trabajar, le propusieron citando la ley, la readmisión del jesuita despedido. El empresario cogió un rebote de la hostia, la cara se le desencajó y las venas de la cara enrojecieron rápidamente espetando con gritos: “Este no entra aquí si no es por encima de mi cadáver”. Se llegó a pensar que le “daba algo” y muy gordo. Al final, por parte de los representantes de los trabajadores, todo fueron risas y cachondeo ya que se sabía de antemano que Luis no deseaba volver a su puesto de trabajo.
No soy muy amigo de recordar ciertas cosas, pero en este caso me veo en la obligación de hacerlo y compartirlo. Luis era buena persona y se la jugó hasta el final, con todas las consecuencias. Cura Anoro, que la tierra te sea leve. INL.
No hay comentarios:
Publicar un comentario