El otro día leí en EL PAIS un magnífico artículo de JULIO LLAMAZARES sobre la despoblación y los negocios que se hacen con ella , entre ellos los molinos de viento.
Lo transcribo aquí pues ilustra perfectamente la realidad de nuestras pequeñas poblaciones . Va luego el artículo que cita LLAMAZARES y a partir del cual escribió éste.
EL PAIS
El negocio de la despoblación
12 de septiembre de 2020
Julio llamazares
Tomo prestado el título a mi amiga la periodista leonesa Ana Gaitero, que publicó en su diario hace un par de semanas un artículo titulado así en el que denunciaba el negocio que hay detrás de la despoblación de grandes zonas del país. Hasta ahora la denuncia iba encaminada siempre hacia las consecuencias sociales de un fenómeno que comenzó a producirse en España hacia la mitad del pasado siglo y del que todo el mundo habla últimamente porque parece haberse puesto de moda, pero pocas veces he visto que se haga desde la perspectiva de los intereses que subyacen detrás de ese fenómeno como ha hecho Ana Gaitero:”Después de siglo y medio horadando el vientre de las montañas y sacando su riqueza para alimentar centrales térmicas y el crecimiento de esa España que se dice rica y presume de trabajar más que nadie, se esfumó por el bien del planeta. Ahora soplan vientos que amenazan con llevarse en volandas los montes. A cambio de unas propinas a las juntas vecinales quieren instalar gigantescos parques eólico en una cordillera que es toda ella reserva de la biosfera (…) Cuanta menos gente haya en los pueblos, mejor les irá a los lobos del capital, se llamen Florentino o sean cuñados, testaferros o momios de Florentino…”
Se refería la periodista leonesa a los varios proyectos eólicos que prevén instalar en el corazón de la montaña de una provincia, la suya, que está sufriendo como pocas los efectos de la despoblación tras la desaparición o el declive de sus dos principales pilares económicos: la minería y la agricultura, al socaire de las multimillonarias subvenciones para la tan cacareada transición energética del país, pero el ejemplo valdría para otras muchas. Casi a la vez que se publicitaban en la prensa los proyectos eólicos previstos en la montaña leonesa, lo hacían otros 50 para las Tierras Altas de Soria, esa comarca que es paradigma de la despoblación de una provincia que a su vez lo es de un territorio, el de la Laponia o Celtiberia española, que ha visto como en pocas décadas se desertizaba casi completamente. Parece que esa es la forma que las autoridades españolas tienen de corregir el gran desequilibrio territorial del país y el problema de la despoblación del que tanto hablan: sembrar los territorios despoblados de aerogeneradores que terminarán por echar de ellos a los pocos habitantes que les quedan.
Es evidente que la energía eólica, como la solar e hidráulica, es necesaria para la vida de un país que ha dejado atrás la más contaminante del carbón y puesto en cuarentena la nuclear, cuyos peligros no nos son ajenos, pero sus efectos indeseados no pueden recaer en los de siempre, en esos territorios y personas que han soportado ya los devastadores de la minería y de los grandes embalses que sepultaron parte de los primeros y obligado al destierro a muchas de las segundas o, en otros casos, los de la transformación agraria que los obligó a emigrar. Las migajas que los que de verdad se van a lucrar con el negocio de esas energías les ofrecen no solo no compensar el destrozo paisajístico y medioambiental que llevan aparejado, sino que servirán para despoblar aún más esos territorios, esa España desdeñada y pobre que ve cómo una y otra vez la saquean y ningunean mientras otros se enriquecen a su costa. Como decía un vecino de mi pueblo de veraneo: “Si fueran buenos, no los traían aquí”.
https://www.diariodeleon.es/opinion/ana-gaitero/negocio-despoblacion/202008301236192041132.html
EL DIARIO DE LEON
El negocio de la despoblación
30 de agosto de 2020, 12:36
El otoño pasado conocí a Milagros, la última habitante de Villar de Omaña. Una resistente irreductible de ese mundo rural finiquitado del que sólo alcanzamos a palpar recuerdos medio a ciegas. Milagros vivió con resignación, pero con rabia, uno de los acontecimientos que han marcado el fin de los pueblos. «Cerraronnós la escuela... Había no sé cuántos críos y nos cerraron la escuela», decía la mujer a sus 89 años.
—¿Por qué cerraron la escuela si había niños?, le pregunté.
—Porque les dio la gana. Eso sí que fue una ignominia, respondió Milagros.
Con el dinero que sacaron de una vaca compraron un Land Rover para ir a ver a buscar a los críos. Los chicos en Villafranca del Bierzo y las chicas en Hospital de Órbigo en internados. A los vecinos de esta comarca les aconsejaron que compraran vacas suizas porque daban más leche que las autóctonas. Así se extinguieron también las mantequeras leonesas, que hoy intenta recuperar un ganadero en Palacios del Sil.
Todos se lucraron del negocio de la despoblación. Los de los coches, los de las vacas suizas, los de los colegios privados... Después vino Europa y regó el campo con millones de euros que fueron a caer a las fábricas de tractores, los fabricantes de tuberías y las multinacionales de fitosanitarios y fertilizantes. Porque agricultores, agricultores, son pocos, cada vez menos, los que viven de verdad del campo.
La minería, después de siglo y medio horadando el vientre de las montañas y sacando su riqueza para alimentar centrales térmicas y el crecimiento de esa España que se dice rica y presume de trabajar más que nadie, se esfumó por el bien del planeta. Ahora soplan vientos que amenazan con llevarse en volandas los montes. A cambio de unas propinas a las juntas vecinales quieren instalar gigantescos parques eólicos en una cordillera que es toda ella Reserva de la Biosfera y en los viejos montes de León que unen Maragatería, Bierzo y Cabrera. Cuanta menos gente haya en los pueblos mejor les irá a los lobos del capital, se llamen Florentino o sean cuñados, testaferros o momios de Florentino.
La energía eólica está muy bien. Y la solar también. Las necesitamos. Pero, una vez más, los recursos de las tierras leonesas se quieren ordeñar para alimentar grandes empresas que no saben ni dónde queda la provincia. La regeneración económica de la provincia no se puede fiar a macroproyectos que no generen empleo directo, supongan un nuevo sacrificio para los recursos naturales y se monten ajenos a las políticas de repoblación que es lo que realmente hay que invertir para que la provincia siga viva. Sin medicina de calidad, sin internet, ni cobertura móvil, sin escuelas... la gente seguirá marchando y nos quitarán hasta los lobos.
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